The Wild World of Batwoman (1966), batichicas hippys

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Batwoman, vestida de madame de puticlub y con el tatuaje de un murciélago encima del canalillo, dirige una organizacion que lucha contra el crimen, formada por un variopinto grupo de Batgirls. Usan unos relojes-comunicadores para chismorrear unas con otras de los crímenes que contemplan (no interfieren ni los impiden). Una de las chicas es secuestrada por un grupo de truhanes dirigido por el enmascarado Rat Fink, que pretende chantajear a Batwoman para que robe un potente ingenio nuclear…

Jerry Warren, director de The Wild World of Batwoman fue uno de esos escasos genios adelantado a su tiempo, seguidor indudable de Ed Wood: rodando películas que intentaban aprovecharse del éxito de otras producciones, rellenando metraje con tomas sacadas vilmente de otras cintas y sacando actores/actrices de los lugares más insospechados (por ejemplo, varias de las participantes en The Wild World of Batwoman fueron reclutadas después de una redada policial en un club de striptis).

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La película empieza con una escena que no tiene nada que ver con el resto de la trama. Dos de las batichicas realizan un ritual de iniciación a una nueva recluta, ritual que termina bebiendo un lingotazo de sangre, que realmente es un batido de miel, cerezas y yogur de fresa, porque «son vampiresas sólo en un sentido sintético, la sangre de verdad se la dejan a Drácula» (ja… ja…)

Era una vampiro hippy

Jerry Warren fue demandado por infringir los Derechos de Autor del murciélago, y aunque ganó la demanda, la película se distribuyó posteriormente con el título de She was a hippy vampire (la batmanía iba en decancia), y supongo que se añadió esa escena para darle (jaja) coherencia al asunto.

Rat Fink, el villano (cuya identidad es la graaan sorpresa final), planea robar un poderoso dispositivo atómico de espionaje que permite escuchar todo tipo de comunicación telefónica, pero no porque quiera enterarse de los secretos de las grandes potencias y extorsionarlas, no; es que le pone burro el chismorreo.

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Para sus labores de villaneo cuenta con la asistencia de dos matones que tienen la cualidad de ser tonto y retonto de forma cíclica. También tiene en nómina a un científico chiflado, con ayudante igorizado incluido, que aporta invenciones tan apasionantes como la pildora de la felicidad, que hace que todo el que la ingiere se ponga a bailar go-go y se olvide de todas sus obligaciones. Algo que, por cierto, las batichicas hacen continuamente sin necesidad de drogas sintéticas.

El profesor chiflado también ha creado un ejército de monstruos que mantiene encerrados bajo tierra y a los que Rat Fink pretende arrejuntar con las ayudantas de Batwoman para que procreen. ¿Con qué siniestro fin? Ah, nunca lo sabremos…

En fin, ya me he extendido más de lo habitual. Una cinta solo apta para valientes y amantes del cutrerío extremo que no va a aportar nada más a tu vida que el poder afirmar con orgullo: «Pues yo la he visto», en el improbable momento en el que aparezca en alguna conversación social entre amiguetes o conocidos.

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