Sinopsis de El Hombre Que Pudo Reinar
Danny Dravot y Peachy Carnehan, dos aventureros que viajan a la India en 1880, sobreviven gracias al contrabando de armas y otras mercancías. Un día, deciden hacer fortuna en el legendario reino de Kafiristán. Después de un durísimo viaje a través del Himalaya, alcanzan su meta justo a tiempo para hacer uso de su experiencia en el combate y salvar a un pueblo de sus asaltantes.
No somos dioses, somos ingleses.
El Hombre Que Pudo Reinar es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. Una de muchas, eso sí, pero ahí está, en mi particular top. Y eso es todo lo que debería decir y hacer que esta sea la reseña más corta de todas las que he escrito.
En fin, voy a hacer como que me pagan por palabras 😁 y a rellenar un poco. Dirigida por John Huston (que tiene en su filmografía un buen puñado de cintas destacables: El Tesoro de Sierra Madre, La Reina de África o Moby Dick), cuenta el protagonismo bicéfalo de dos grandes indiscutibles: Michael Caine y Sean Connery, que se complementan perfectamente y muestran una química casi irrepetible.
La película adapta la novela corta de Rudyard Kipling, quien a su vez se inspiró en las hazañas de James Brooke (comerciante inglés que se convirtió en el «Rajá blanco» de Sarawak, Borneo) y en los viajes de Josiah Harlan (aventurero estadounidense que reclamó el título de Príncipe de Ghor. Huston intentó rodarla en varias ocasiones, primero con Clark Gable y Humphrey Bogart, después con Burt Lancaster y Kirk Douglas, y finalmente con Paul Newman y Robert Redford.
Ignorando el prólogo, que ofrece un pequeño anticipo de hacia donde va a ir la historia, la cinta empieza con un tono ligero, casi de comedia, con los dos protagonistas decidiendo empezar una empresa grandiosa y desproporcionada que, evidentemente, acaba sobrepasándolos, aunque en algún momento llega a parecer que han triunfado. En ocasiones incluso roza la parodia del género, de forma tan soberbia que casi parece creíble. Poco a poco, el desarrollo se va volviendo más serio y oscuro hasta llegar a un desenlace completamente dramático y emotivo, paradójicamente sin abandonar en ningún momento el sentido optimista y vitalista que impregna todo el metraje.
Una narración con un ritmo constante que no aburre, una puesta en escena excelente, un despliegue de paisajes y localizaciones asombroso y una banda sonora que acompaña perfectamente las imágenes. Una de las películas más completas de la historia del cine.