Vistas algunas críticas, me esperaba una película mucho peor. Ante todo, debo decir que, aunque no soy fans del sr. Shyamalan, tampoco me posiciono entre sus detractores acérrimos, y la única de sus producciones que me parece un truñaco soporífero es «Airbender, el último guerrero». El resto, por lo general, es como un buen plato de comida oriental: entra bien, se digiere rápido y en media hora lo has expulsado de tu sistema… y las salsas y condimentos te ayudan a autoconvencerte de que eso que acabas de comer es pollo o ternera.

Un director y sus obsesiones

Shyamalan es de esos directores que tienen unas obsesiones fijas, con lo cual parece que siempre te ofrecen la misma película disfrazada de otra cosa. En el caso del indio sus temas comunes son la familia, las relaciones interpersonales, el sentimiento de pérdida y la búsqueda de reconocimiento por figuras de autoridad. Aquí tenemos más de lo mismo, con un envoltorio de fábula de ciencia ficción.

La película no es larga así que no cansa ni se hace pesada, aunque la trama es simple, y muy light… infantil podría decirse. La Tierra es un planeta hostil de clase omega, cuya amenaza más grave es una especie de sanguijuela mutante… y no pasa nada porque te tomes una pequeña siesta de una horita mientras te curas de su picadura.

En el aspecto técnico, la peli es correcta sin más, con unos efectos tranquis de nivel estandar y una fotografía muy chula. Will Smith ya ha demostrado varias veces que es un actor competente, y a Jaden Smith le diría que siga el consejo de su personaje: «Trabaja con tu madre».