Perdición (1944) – Obvia, pero necesaria.

Sinopsis: MacMurray es un vendedor de seguros que, en connivencia con Barbara Stanwyck, elabora un plan para asesinar al marido de ella y quedarse con el dinero de su seguro.

Así arranca esta genial película de con guión de Raymond Chandler y Billy Wilder (basado en la novela de James M. Cain), y dirigida por éste último. Digo que es genial porque cumple con todos los requisitos de una buena película de cine negro puro: amor desdichado, traición, crimen… y castigo. Sin embargo, y remitiéndome al subtítulo de la entrada, he de decir que me resultó una trama demasiado obvia, de final previsible y poco, o nada, sorpresiva.

Desde los primeros minutos no es difícil averiguar cómo va a terminar la película (al margen de que empiece MacMurray con un tiro en el hombro) una vez conocidos y presentados todos los personajes que cumplen con todos los clichés del cine negro básico: la seductora, el seducido imbécil que va de listo pero que hará cualquier cosa por ella, y el perro-viejo que se las sabe todas y terminará descubriendo el pastel.

Así como avanza la película, las sospechas que uno mismo se hacía sobre la trama y la resolución van cobrando vida y se tornan en una decepcionante realidad. No niego que Billy Wilder sea un gran guionista y director, pero en una película, de vez en cuando, hay que tomar algún giro inesperado para hacer, por lo menos, dudar a los espectadores, porque si desde un inicio, saben cómo va a terminar la película… cuando termine, aunque sea una buena película, dirán que ha sido una mierda.

El guión es de Raymond Chandler junto con Billy Wilder, y está basado en una novela corta de James M. Cain. El mismo James M. Cain se basó en un suceso real que fue vox populi en la prensa sensacionalista de la época: Ruth Snyder, logró convencer a un vendedor de corsés, Judd Gray, para que le ayudara a asesinar a su marido. Para la película, los guionistas Chandler y Wilder, decidieron introducir un segundo lío amoroso que involucraba a Lola, la hijastra de Stanwyck, junto con MacMurray.

Director y escritor no se llevaron bien. Chandler, que rondaba los 60 años, sacaba a Wilder de sus casillas: «Cuando llegó, no entendió que íbamos a colaborar en el guión». Así describió Wilder su desengaño: «Tras leer El sueño eterno me había imaginado una especie de Philip Marlowe, una especie de ex detective privado que había convertido sus propias experiencias en trabajos literarios, como Dashiell Hammett. Ahora tenía ante mí a un hombre mayor, apocado, torpe, pálido, que producía una impresión ligeramente extravagante: llevaba una gastada chaqueta de tweed a cuadros, con parches de cuero en los codos, unos gastados pantalones grises de franela y una tez macilenta, como alguien que bebe a escondidas. Fumaba una pipa apestosa, que más adelante sería motivo de nuestras desavenencias más serias. Había oído decir que durante algún tiempo se había estado alimentando de las cuerdas de tripa de las raquetas de tenis.»

extraído de decine21.com

Justo unos segundos antes de que comience esta escena, la señora que aparece le pide a MacMurray que le pase: «un paquete de alimento de bebé…»; llamemos a las cosas por su nombre: potitos, papillas… y evitas nombrar marcas, pero «alimento de bebé»? estamos de guasa?

En fin, estamos ante una muy buena película… obvia, pero buena. No la pondría, desde luego, entre mis preferidas del género, donde se sitúan El Halcón Maltés (la considerada primera película del cine negro), Gilda o Vértigo, pero resulta una película perfecta para ver en compañía de amigos y 1kg de salchichas… 🙂

Ah, y merece mención especial Fortunio Bonanova, que nos alegró la película interpretando a un hombre de Texas con un marcado acento zaragozano (aún siendo Mallorquín).

0 comentarios en «Perdición (1944) – Obvia, pero necesaria.»

Deja un comentario