Si hace unos días decía que todavía no había podido ver Wonder Woman 1984, ahora digo que ya lo he hecho. Dista un poco de ser «un peliculón», pero no es para nada una mala película, al contrario, se disfruta mogollón y tiene momentos muy entretenidos.
Gal Gadot lo peta como Diana, el reencuentro con Trevor está justificado y resulta emotivo, el malo es un poco «navideño Scrooge», y la villana mola mucho hasta que sube de nivel y pierde un poco el sentido.
Ese podría ser un resumen spoiler-free de la película, pero vamos a hurgar más en la herida a ver qué sacamos…
Los que continúan afirmando que Gal Gadot no vale como Wonder Woman porque no sabe actuar, o porque no tiene «el cuerpo», o porque no es una semidiosa helena, pueden dejar de leer. Para empezar, es una película de superhéroes, lo de saber actuar es secundario; mirad cualquiera de Marvel como ejemplo.
Dar la talla? Hombre, no es Gina Carano, pero de esta manera puede pasar más desapercibida como «mortal». A Superman le servía ponerse unas gafas y cambiar la raya del pelo de lado. Estar rodeado de ciegos ayudaba.
Sobre la procedencia de la actriz, pues mira, Israel queda bastante más cerca de Grecia que Kansas. Y ahora, sin buscar en Google, decidme dos actrices griegas.
Lo de denostar a Gal Gadot no se sostiene, pero con la película sí es cierto que hay algunos problemas más graves que otros.
La continuidad
Si nos trasladamos a la película de la Liga de la Justicia, el mundo no sabía quién era Wonder Woman hasta ese momento, era una completa desconocida, y en 1984 es poco menos que una rock star. Sí, y no. En una de las primeras escenas de la película, antes de apresar a los malos, con su diadema rompe todas las cámaras de seguridad del centro comercial (eran pocas, al parecer), y poco después de hacer el gesto de hacer callar a la niña pequeña (y de que la viera todo el mundo en el centro comercial), el presentador de televisión dice que «una misteriosa mujer» fue la encargada de resolver el asunto. Ni la mencionan, ni salen bocetos ni descripciones.
Con pinzas, pero posible.
Transiciones
Hay cambios de escena y escenario que se ven superforzados y algunos hasta cutres (Windows Movie Maker tenía transiciones más curradas).
Quizá esa de arriba sea la más que más me llamó la atención en el momento, pero es un error catastral. Sólo con añadir una escena de otra cosa, entre ambas, sería suficiente, pero no. Estarán esperando que salga una Jenkins Cut para arreglarlo.
La final boss
La sexualización: querer gustarse a uno mismo está requetebien, pero de ahí a tener por «mayor deseo» ser atractiva y fuerte para así hacer que los hombres se fijen en ti, pues oye… háztelo mirar, pero… son los 80, no había figuras en las que apoyarse para hacerte una idea mejor. Y si la piedra de los deseos hubiera hecho las cosas bien, el «quiero parecerme a Diana» no la habría convertido en una pantera en celo necesitada de atenciones constantes, sino en una mujer fuerte y segura de si misma.
El CGI: así como lo anterior lo puedo justificar encuadrándolo en los años 80, el CGI de Cheetah (Barbara Nivel 3) es impensablemente malo. Ni añadiendo oscuridad al ambiente consiguen mejorarlo. Ni las prótesis faciales ni el maquillaje son defendibles, el CGI del resto del cuerpo a la hora de pelear es mejor olvidarlo.
Y poco más puedo decir. No puedo hacer más que recomendar esta película, porque soy fans de Wonder Woman desde niño y de la primera colección que leí, en Ediciones Zinco, de George Pérez. Quizá una de las pocas colecciones que conservo, completa, de la época. Gal Gadot me gusta como Wonder Woman, y Patty Jenkins como directora. Hay cosas mejorables, está más que claro, pero parafraseando a Mando… This is the way.
Un último spoiler
– Guau, menudo jet, señora presidenta!
– Pues si vieras el otro…
Algo así era la conversación entre Supergirl y Lynda Carter como presidenta de los EEUU, en una clara referencia al Jet Invisible. Y esto poco después de que Supergirl hiciera el famoso «giro» para transformarse, como hacía WW en los 70. Pero esto ya es otra historia.
Alexandra Daddario, nada más que decir.
Hombre, tiene dotes.