Sinopsis de Sweet Home
Una pareja decide pasar una noche romántica en un piso de un edificio semiabandonado al que se cuelan porque ella trabaja como asesora de inmuebles para el Ayuntamiento y tiene las llaves. Durante la velada descubren que unos encapuchados han asesinado al único inquilino que quedaba en el edificio…
AVISO. Spolieres sueltos a partir de aquí.
Denuncia social vía slasher
Tengo la teoría de que la concepción de Sweet Home tuvo que originarse durante una noche de (mucho) alcohol en la que alguien dijo «¿A qué no eres capaz de meter en una película todos los tópicos posibles de un slasher y usarlos mal?», porque no puedo concebir que semejante acumulación progresiva de despropósitos sea algo no intencional.
La primera mitad de la cosa no está mal. Eso sí, vas ignorando los continuos primeros y pequeños avisos de que la coherencia y el sentido común se habían tomado el día libre para irse de cañas el día en que se escribió el guión. Es decir, tenemos a la pareja protagonista: ella trabaja para el Ayuntamiento, no le gusta mucho su labor y no debe cobrar demasiado bien; él es enfermero, dejó la carrera de medicina a medias, está en paro y atraviesa una pequeña depresión existencial. No es la mejor de las situaciones, pero se me escapa el proceso mental que les lleva a pensar lo ideal que sería pasar una noche romántica en un apartamento abandonado, destartalado y ruinoso.
Por otro lado, y dejando de lado otros muchos detalles curiosos, tenemos a los tres matones que envía la siniestra agencia inmobiliaria para acabar con el último inquilino del edificio. Tres individuos para matar a un viejo mientras duerme. Claro que son el tonto, el re-tonto y el menos listo de los tres. En fin, como toda la acción transcurre en el limitado escenario del edificio, hay un breve (y confuso) juego del gato y el ratón y, de forma sorprendente, los tres mueren rápidamente de forma a cada cual más ridícula y retorcida.
Entonces llega la segunda parte de la peli, que ya es un espanto que va embalado cuesta abajo y sin frenos. Uno de los esbirros, antes de morder el polvo, ha pedido refuerzos y como respuesta llega el primo pequeño de Hulk con el arsenal que usa Punisher los días de fiesta. Transmite una primera impresión de eficiencia y rapidez: aquí te pillo, aquí te rebano algún miembro… porque eso sí, a estas alturas alguien se ha dado cuenta de que la cinta tiene poca chicha y ya nada puede salvar la historia así que empiezan a meter casquería, mutilaciones, sangría y vísceras a diestro y siniestro.
Y cuando parece que el Liquidator va a dar por zanjada la cosa con par de certeros hachazos… resulta que es fan de Jason Vorhees y ¡se dedica a perseguir a la parejita a cámara lenta, dándoles tiempo a que escapen de sus ataques por los pelos y organicen un plan de escape! En fin, la secuencia final es enormemente ridícula y con una puesta en escena muy de videoclip que termina por sacarte por completo de la película. No me voy a parar en comentarla. Ah, y, por supuesto, el asesino siempre se levanta después de darlo por muerto.