Sinopsis de «La monja poseída»
El fanático Padre Michael, después de ser apartado del sacerdocio y excomulgado por la Iglesia, funda un convento de clausura en el sur de Alemania llamado «Los Niños del Señor».
Hay algún spoiler después del salto…
Por Astaroth, Saticón y Viricón
La monja poseída cumple con varios hitos de carácter puramente extracinematográfico, completamente ajenos a su calidad o falta de ella.
Por un lado, es la última cinta del género producida por la mítica Hammer Films; supone por tanto un punto y aparte en el terror de ambientación asfixiante, sórdida y gótica, que iba a dar paso a un terror más sangriento y explícito, representado en aquel momento por El exorcista y La profecía y la pléyade de psicokillers que vendrían después. Por otro lado, significa el regreso de Christopher Lee a la productora, de la que se había apartado por no querer volver a interpretar al Conde Dooku Drácula. Es, además, el segundo papel de Nastassja Kinski, para el que realizó un par de desnudos frontales con 15 ó 17 años, según cual sea la biografía de la actriz que se consulte.
El comentario previo sobre los spoilers es porque, aunque para todo el que se disponga a ver la cinta el tema principal pueda parecer evidente, tanto por el título original como por su inspirada traducción al español, lo cierto es que la historia tiene unos 30 minutos de presentación de personajes en los que se oculta de forma bastante acertada todo ese aspecto… hasta que llega ese parto «dual», que puede ser una de las escenas más eróticas y desagradables que se ha rodado nunca, y entonces el trasfondo satánico impregna toda la acción.
Basada en una novela de Dennis Wheatley, reputado especialista en ocultismo, esoterismo y satanismo, parece que la película no termina de arrancar nunca, con una trama bastante retorcida sobre una niña criada desde que nació entre monjas, una complicada invocación para traer al maligno a la Tierra, y un padre arrepentido de haber entregado a su pequeña a toda esta conspiración.
Ramalazos de magia negra, ceremonias satánicas, un títere de guante que interpreta al hijo del anticristo y un final demasiado sicodélico y confuso, resumen lo que acaba siendo poco más que un telefilm del montón, aburrido y que apenas mantiene el interés por ver qué va a pasar a continuación.