Una partida de póker entre cuatro reclusos empieza a complicarse cuando uno de ellos no quiere cumplir con su apuesta. Discusiones, peleas y vejaciones se suceden durante todo el metraje de la película mientras se intercala la versión de los hechos de cada uno de ellos.
Uwe se lanza ahora con una película «basada en hechos reales», dotándola de un toque de «falso documental» en el que nos encontraremos contínuamente con la entrevista a cada uno de los protagonistas, que se mezcla con una visión «flashback» y bastante «cámara en mano» (pero cinematográfica, no efectista tipo Dogma 95) de los hechos.
La historia no tiene el más mínimo interés, y durante toda la película se sucederán una serie de sucesos que no nos van a resultar imprevisibles en lo más mínimo. Los razonamientos de los reclusos no aportan nada, y no presenciaremos ni el más mínimo giro argumental. En la parte más cinematográfica, el director nos pondrá (o intentará ponernos) al límite de nuestro estómago con la serie de vejaciones carcelarias (que ya sabemos que en el mundo real pasan cosas mucho peores, UWe, no hace falta irse al género carcelario).
La parte más documental sí que es un auténtico desperdicio. Los actores, los increíblemente buenos actores (más para una película de Uwe Boll) podrían lucirse aquí, la inexistente trama podía coger sentido, la película podía subir aquí de un insuficiente alto a casi un notable pero no… diálogos inconexos que hacen que nos quede claro que Uwe Boll no podría hacer un documental, saltos de un lado a otro y unos personajes que no pueden explotarse en todo su potencial.
Hay algo a rescatar, sí. Un reparto de 4 personas, pero de lo mejor que ha pasado por una película de Uwe Boll. Estos son un genial y loquísimo Sam Levinson («Algo pasa en Hollywood»,«Bandits») – el «tocado», Shaun Sipos («Destino Final 2»,«Jóvenes Ocultos 2») – el reservado -, Edward Furlong («American History X», «Terminator 2») – el jefecillo – y Steffen Mennekes («Rampage»,»Bloodrayne:The Third Reich«) – el bestiajo -.
Todos en su sitio y aún más, pena que no haya historia, ninguna historia…