No se trata en este caso de una película fácil, menos aún para jóvenes acostumbrados al color y a la voz en el cine. Sin embargo, el tema ya clásico del vampiro resulta siempre atractivo para los estudiantes, y el hecho de que sea una obra de alto riesgo artístico puede suponer un aliciente. Se trata de un verdadero desafío para un director de cine: llevar la historia de Drácula, de Bram Stocker, al cine, pero no con los recursos habituales, sino en blanco y negro, con la calidad del cine mudo, del cine expresionista alemán, y contada por medio de la danza. Todo un reto, como se puede imaginar. Para ello, contaba Guy Maddin con la actuación del Ballet Canadiense de Winnipeg y con la música de Mahler. También con una impresionante puesta en escena, con decorados expresionistas.