Sinopsis de «Megatiburón contra pulpo gigante»
Una serie de pruebas en el Ártico descongela a criaturas prehistóricas que comienzan a sembrar el terror en los mares. Un grupo de científicos deberán buscar la manera de impedirlo.
Cuando multiplicas por dos y el resultado es cero
Megatiburón contra pulpo gigante es el comienzo de una de esas sagas ultra-cutres que por algún motivo deben cumplir la cuota mínima necesaria de espectadores para alegrarnos la vida con una nueva entrega cada dos o tres años. En esta ocasión tenemos a un megalodón cruzándose en cada film con otra criatura gargantuesca para el supuesto solaz de los sufridos espectadores. Entre medias también ha caido un enfrentamiento entre una pitón y un caimán de tamaño colosal, supongo que para dejar descansar al escualo y probar con otra bichoñada.
Cuando uno decide padecer voluntariamente una producción de The Asylum tiene que ser muy consciente de qué esperar y a qué atenerse… y a veces ni siquiera esta prevención es suficiente. La historia es soporífera, la trama no tiene coherencia ni sentido, la dirección en base a destellos videocliperos es mareante, las actuaciones no llegan ni al nivel de Razzie y la puesta en escena es digna de sitcom: casi toda la acción transcurre explicada por unas cabezas parlantes en un salón enfrente de unos monitores con lucecitas.
Se nota demasiado que no hay demasiado 3D pregenerado de pulpos porque vemos una y otra vez las mismas tres escenas, y casi no hay ataques de esta criatura. El tiburón tiene más protagonismo, pero tampoco mucho más. La trama consiste en idear estrategias para contener a los bichoños y poder estudiarlos, y cuando fracasan todos los intentos a alguien se les ocurre reunirlos y que se maten entre ellos. En cuanto llega el esperado enfrentamiento se termina la peli. Anti-clímax de manual, oiga.
Lorenzo Lamas se pasa por aquí después de haber tenido sus más y sus menos con otros escualos con algo más de fortuna que en el caso presente.