Sinopsis
Una familia se detiene en un área de descanso durante sus vacaciones. Cuando llegan a su casa en Los Ángeles, descubren debajo del vehículo algunos huevos rotos, pero ignoran su procedencia.
Tragar sin masticar
Critters 3, la tercera entrega de los pequeños aliens peludos llenos de dientes, se rodó al alimón con la cuarta parte con el objetivo de ser estrenadas directamente en vídeo.
Es mala con ganas y apenas se merece dedicarle más palabras que esas. Rodada con la típica fotografía de telefilm, efectos (aún más) cutres, aburrida y sin emoción ni intriga y sí mucho dolor de barriga. Olvidando por completo el tono de humor gamberro previo y recurriendo al chiste tontorrón e infantil, la película se acerca al producto original que inspiró la franquicia, «Gremlins», cuando la tendencia natural debería ser alejarse y buscar una entidad propia.
La acción transcurre dentro de un edificio semiabandonado, no en un entorno urbano como engañosamente anuncia la carátula. Hay una pequeña crítica social contra la especulación, ya que el dueño del edificio quiere echar a los inquilinos sin pagarles indemnización, se supone que para poner alquileres más caros o para vender a alguna siniestra inmobiliaria (¡así eran los 90!).
Lo más emocionante es la aparición de Charlie McFadden, el antiguo borrachuzo de Grover’s Bend, que en la segunda entrega había sido ascendido a sheriff del pueblo, y ahora es una especie de vagabundo que va buscando huevos de critter. Hacia el final, Charlie se dispone a destruir unos huevos en el edificio sin saber que son los últimos que quedan en el Universo…