Una de las pocas películas «de baile» por las que merece la pena invertir 90 minutos. Aunque la sinopsis no atraiga demasiado, la película sienta guay al estómago.
Mirad a Kevin Bacon, cómo bailaba en 1984 y cómo lo hace ahora, 30 años más tarde
1984
Tras el salto tenéis el presente…