Sinopsis de «Outpost: Rise of the Spetsnaz»
Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de soldados de las Fuerzas Especiales rusas se encuentra con un campamento alemán que no aparece en ningún mapa…
Alemanes vs Rusos
Outpost: Rise of the Spetsnaz, la tercera entrega de la saga del búnker, se ambienta en el pasado, durante los primeros pasos de los experimentos en busca del supersoldado nazi.
Como precuela no aporta gran cosa. No hay apenas conexión con lo que ya nos han contado. No se profundiza ni se explica casi nada de los experimentos, que obvian todo lo mencionado en la primera peli sobre la teoría del campo unificado, y simplemente consisten en inyectar agua con azúcar en los sujetos de pruebas y meterlos en un microondas gigante, para ver qué pasa. Curiosamente, algunos de los cobayas se convierten en una especie de Hulks zombis con muy mala leche y poca actividad neuronal. Y tampoco vemos por qué terminaron los experimentos ni cómo acabaron los übernazis atrapados en otra dimensión.
Aparece de nuevo el Brigadefuhrer Gotz, pero aparentemente ya ha sido transformado en esa especie de fantasma errante de las otras dos entregas, lo que nos lleva a pensar en la existencia de otros experimentos previos o diferentes experimentos, aparte del que nos muestran en la peli. La ambientación tampoco está especialmente lograda; sabemos que estamos en medio de la Segunda Guerra Mundial porque nos lo ha dicho un subtítulo al principio y punto.
Obviando todo esto, la película por sí misma es muy entretenida y divertida. El grupo de operaciones especiales ruso mola mucho, y me ha recordado un poco a los Inglourious Basterds pero sin tanto diálogo rimbombante. Para lo poco desarrollados que están y lo rápido que los despachan, se les coge cariño enseguida y se echa de menos que tuvieran más acción. El Sargento Dolokhov es un baturro de mucho cuidado… es como un Bud Spencer con genes vascos, porque si hay que atravesar a sopapos un búnker lleno de nazis zombis rabiosos pues se hace y ya, aivalaostia.
Genial la aparición de ese capitán del servicio de inteligencia estadounidense llamado Rogers, y el papelón que hace.