Esta película comenzó con un problema muy grande entre manos: Broccoli y Saltzman habían cometido demasiados errores y se culpaban mutuamente sin reconocer su parte de culpa. Ya no tenían presupuesto para pagar el elevado caché de Sean Connery y tras el fallido intento de lavado de cara de «Al servicio de su majestad» y los terribles errores de «Diamantes para la eternidad» estaban prácticamente sin ideas, sin recursos y con un imperio que se les escapaba de las manos.