Saltburn es un thriller psicológico con mucho humor negro, segundo largometraje dirigido y escrito Emerald Fennell, después de haber ganado el Oscar a mejor guion original con Una joven prometedora. Protagonizan Barry Keoghan (El sacrificio de un ciervo sagrado, El caballero verde), Jacob Elordi (Euphoria, Aguas profundas), Rosamund Pike (The Libertine, Jack Reacher), Richard E. Grant (El otro guardaespaldas, El cascanueces y los cuatro reinos) y Archie Madekwe (Midsommar, Instintos ocultos).
Sinopsis de «Saltburn»
Oliver Quick es un estudiante de la Universidad de Oxford que se siente fuera de lugar en el mundo elitista que lo rodea. Su vida da un giro cuando conoce a Felix Catton que le invita a pasar el verano en Saltburn, la lujosa mansión de su excéntrica familia. La oportunidad de experimentar una vida de lujo y privilegio acaba convirtiéndose en un descenso a la obsesión y la decadencia.
Una deliriante caricatura de la clase alta
Saltburn es una película que genera opiniones divididas, polarizadas por un lado hacia su estilo elegante y su atmósfera malsana, y por el otro hacia su narrativa ambigua y su falta de contenido.
Emerald Fennell consigue capturar y transmitir perfectamente el ambiente de opulencia, lujo y decadencia que rodea a la élite británica. El diseño de producción, la fotografía, el vestuario, los planos de la mansión y sus alrededores crean un mundo visualmente deslumbrante repleto de magnificiencia que contrasta con las miserias subyacentes en la trama.
Se exploran temas como la obsesión, las diferencias de clase y la moralidad, reflexionando sobre las dinámicas de poder en la sociedad contemporánea.
Sin embargo, la narrativa en sí es sumamente fraudulenta. Realmente no hay mucha diferencia entre esta película y los trampantojos con los que suele deleitarnos M. Night Shyamalan (para los que lo disfrutamos). Una historia más o menos bien hilvanada, con un rumbo que parece bien definido y algún que otro momento de relleno gratuito, que se derrumba por completo con alguna revelación sorpresa antes o durante el acto final. Revelación que no siempre está tan bien definida como aparenta en un primer momento y que no suele superar un segundo visionado de la cinta.
Aunque parezca que no, a mí sí me ha gustado y mucho, precisamente porque disfruto mucho con estas historias tramposillas. Me gusta dejarme llevar por esos giros de guion cogidos con pinzas, que te hacen preguntarte mil cosas sobre cómo es posible que ese personaje haya tenido todos esos detalles en cuenta y que son imposibles de responder. También es cierto que no vuelvo a ver este tipo de pelis hasta pasado mucho, mucho tiempo… si es que lo hago alguna vez (¡Qué soporífero es ver El sexto sentido o El protegido por segunda vez! 😄).
Todo sea por esa apoteósica escena final.
Trailer de «Saltburn»
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