El director de Train to Busan nos entrega ahora Psychokinesis, una película de superhéroe (en singular).
Casi todo en la película es anodino, y puede llegar a aburrir, pero si aguantamos hasta el final, no nos decepcionaremos mucho. Continúo tras el salto.
El cine koreano tiende a ritmos muy lentos, personajes con mucha (a veces demasiada) profundidad e historias que rozan lo infantil. Psychokinesis no va a llevarle la contraria. No esperes aquí algo como Train to Busan… olvídate.
Todos, absolutamente todos los personajes apestan, son teatreros nivel Al salir de clase y emanan un sentimentalismo digno de telenovela ecuatoriana.
Sin demasiada explicación, un señor bebe un sorbito de una fuente en un parque, y adquiere poderes telequinéticos. En poco más de unos minutos ya domina el cotarro. Curva de aprendizaje? Ninguna, un ángulo recto.
Empieza a utilizar esos poderes para ayudar a su hija, que tiene montado un tinglado con unos tenderos, y con una mafia que les quiere romper los chiringuitos para montar un centro comercial.
Al final, tiene que usar los poderes a lo grande, y aquí es donde merece la pena la espera. Acción por un tubo y un justificadísimo uso de los FX, que destacan muy por encima del resto de la producción.
En resumidas cuentas, Psychokinesis aburre, menos al final, que hace que te olvides un poco del truño que acabas de tragar. No, en serio, mola. O no.