Sinopsis
El doctor Stein, acompañado por su esposa, llega a un pequeño y aislado pueblo costero para incorporarse a su nuevo lugar de trabajo en la consulta médica de la población. Incomprensiblemente, los aldeanos se muestran huraños y huidizos, y por las noches realizan extrañas procesiones por la playa…
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La noche de las gaviotas es la cuarta y última entrega de la serie dedicada a los muertos vivientes sin ojos de Amando de Ossorio. Escaldado de la experiencia previa en la que había presentado un guión que sobrepasaba el ajustado presupuesto del que disponía y el breve tiempo de rodaje que se le exigía, el director vuelve a terrenos conocidos pero, como siempre, añadiendo novedades.
En este caso, la mitología de la secta de templarios inmortales se combina con elementos característicos del universo lovecraftiano: una población pesquera aislada, sacrificios humanos a un ídolo pagano que representa a una criatura acuática, y las gaviotas que se llevan las almas de las doncellas sacrificadas mientras los cangrejos se ocupan de los restos de sus cuerpos.
La película se aleja de la violencia y el gore más explícito presente en anteriores entregas y, a cambio, presenta una más elaborada ambientación de inquietante pesadilla y de alucinación disparatada.
El crossover que pudo ser
Había intención de realizar una quinta parte, que podría haberse llamado «El Necronomicon de los Templarios», que seguiría profundizando en aspectos de los mitos de Cthulhu y, además, cruzaría a los templarios ciegos con el hombre lobo Waldemar Daninsky. Lamentablemente, Paul Naschy estaba empezando su carrera como director y no se mostró muy interesado por el tema. Hubiera sido interesante de ver y resulta una clara demostración de que no hay nada nuevo en eso de la reunión de franquicias 😀
En definitiva, con sus más y sus menos, no se puede negar que esta tetralogía es un claro exponente del terror fantástico español de los 70 y un claro ejemplo de lo que puede lograrse con pura creatividad aunque no se disponga ni de un presupuesto holgado ni de tiempo para finalizar dignamente el trabajo. Y a pesar de todo ello, Amando de Ossorio consiguió reconocimiento internacional a nivel de crítica y público. En el ámbito nacional, evidentemente, los resultados fueron muy distintos.