Himizu es un excelente drama de superación dirigido y escrito por Sion Sono, a partir del manga de Minoru Furuya. Está protagonizado por Shôta Sometani (Parasyte Part 1 y Part 2, As the Gods Will, The Virgin Psychics) y Fumi Nikaidô (Lesson of the Evil, Why Don’t You Play in Hell?, The World of Kanako), con la participación de Tetsu Watanabe (Sonatine, Hana-bi. Flores de Fuego, Takeshis’), Mitsuru Fukikoshi (Gamera 2, El Ocaso del Samurái, Love Exposure) y la casi inevitable esposa del director, Megumi Kagurazaka (Cold Fish, Guilty of Romance, Tokyo Vampire Hotel).
Sumida es un joven de 14 años que está al borde de la absoluta desesperación. Vive con su madre en una casa precaria junto a un lago, donde alquilan botes para navegar, hasta que ella lo abandona; su padre se dedica a aparecer de forma sorpresiva para pedirle dinero y darle unas tremendas palizas. De todo ello son testigos una serie de surrealistas personajes que se han instalado en unas chabolas cerca de la casa después de haberse quedado sin hogar debido a los recientes maremotos que han asolado al país.
Estoy siguiendo la filmografía de Sion Sono de una forma bastante aleatoria y caótica, así que no tengo una perspectiva clara de la misma. Sin embargo, creo que puedo afirmar sin lugar a dudas que su apogeo está en torno a 2010 con cintas como Love Exposure, Cold Fish o Guilty of Romance; y que sus trabajos más recientes son exageradamente machacones y repetitivos, no tanto en historia como en temática, con todas las obsesiones del director quien, además demuestra una cierta fijación enfermiza con el recurso narrativo de la meta-ficción, es decir contar historias dentro de otras historias.
Himizu es de esa época «buena» en la que no sabes qué te espera ni por dónde te van a llevar, pero seguro que va a ser una montaña rusa desquiciante e intensa. Sono ya había escrito el guión que adaptaba el manga de Minoru Furuya cuando el tsunami golpeó Japón en 2011, entonces decidió contextualizar la película en la situación posterior al desastre.
La importancia de las cosas
Reconozco las moscas en la leche,
– Francois Villon, Ballade des menus propos
manchas sobre fondo blanco.
Reconozco a un hombre por su indumentaria.
Incluso yo lo reconozco.
Sumida vive en un entorno demencial y violento, con un padre maltratador, una madre que abandona el hogar con su amante, desolación, pobreza, mafiosos, especulación urbanística y unas expectativas de futuro bastante poco halagüeñas. Su aspiración es ser normal, gris, no destacar en nada, ni para bien ni para mal, aunque la realidad se empeñe en no permitírselo. Keiko, una compañera de instituto con una vida familiar aún más espeluznante, ofrece su apoyo incondicional a Sumida, a pesar de que éste la rechaza continuamente. Sono usa la situación de la «pareja» como una metáfora de su propio país intentando levantarse después de la tragedia ocasionada por el tsunami.
Técnicamente, la realización es impecable, tanto los personajes como su desarrollo son una genialidad y el guión está cuidado al milímetro aunque no lo parezca debido al caos que impera en todo momento en la narración. El ritmo es lento, pero resulta realmente intenso. Los dos protagonistas hacen una labor de interpretación magistral que fue premiada en el Festival de Venecia.
Trailer de Himizu
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