Al final de la primera parte, decíamos que el Japón tras la Segunda Guerra Mundial tenía impuesto sobre su producción filmográfica un férreo control por parte de los aliados, lo cual dejó sumido en una crisis sin precedentes al Imperio del Sol Naciente…
La salida de la crisis y la internacionalización de los grandes: El inicio de la nueva década va a ser muy importante en la industria nipona. La década de los 50 traerá como consecuencia la madurez profesional de muchos de los cineastas nipones como Mizoguchi, Ozu Kinugasa o Kurosawa. Las películas japonesas irrumpieron en el mercado internacional comenzando por Rashomon (1950), de Kurosawa, que recibió el Oscar de Hollywood y el premio del Festival de Venecia en 1951 algo que supuso el impulso definitivo para llamar la atención de occidente, lo que se vería reflejado en la cada vez más frecuente presencia de los films japoneses en certámenes tan importantes como Cannes. Gracias a esta internacionalización directores tan reputados como Francis Ford Coppola, George Lucas, Steven Spielberg, Martin Scorsese, pudieron visionar e influenciarse de las películas que llegaban del país del sol naciente. Los problemas sociales y morales fueron temas tratados por nuevos directores como Kon Ichikawa con El arpa birmana (1956) o Fuego en la llanura (1958) y Masaki Kobayashi con la trilogía de La condición humana (1958-1961). Asimismo en esta época verían a la luz otras obras tan determinantes como El trigo de otoño (1951), Cuentos de Tokyo (1953) o Flores de equinoccio (1958) de Yasujiro Ozu. Vida de O-Haru, mujer galante (1952), Cuentos de la luna pálida (1953), El intendente Sansho (1954) o La emperatriz de Yang Kwei Fei (1955) de Kenji Mizoguchi. Los siete samurais (1954), Yojimbo (1961), de Akira Kurosawa o La puerta del infierno (1954), de Teinosuke Kinugasa.
La eclosión de las nuevas generaciones: Japón tuvo el equivalente de la nouvelle vague francesa a comienzos de la década de 1960. La productora Shochiku respaldó la realización de una serie de películas baratas dando oportunidades a una camada de nuevos directores entre los que estaban Nagisa Oshima, Masahiro Shinoda, Yoshida Yoshishige o Shoei Imamura que rodarán películas como Deseo robado (1958), Los pornógrafos (1966), Akane-gumo (1967), El ahorcamiento (1968) o Diario de un ladrón de Shinjuku (1969). La temática de estos directores realizando películas sobre temas que hasta ese momento se veían como tabú como podría ser el sexo supuso un aire fresco en la cinematografía y derivó en que una generación de jóvenes se sintieran atraídos por sus trabajos.
Todos estos nuevos directores seguirán realizando películas más que interesantes destacando en los años siguientes como Batallas sin honor ni humanidad (1973), de Kinji Fukasaku, La venganza es mía (1979), La balada de Narayama (1983), o El señor de los burdeles (1987), de Shohei Imamura; Tampopo (1988), de Juzo Itami; Tetsuo (1992), de Shinya Tsukamoto. y por supuesto sin olvidarnos de los viejos maestros que también seguirían realizando producciones inconmensurables como Dersu Uzala (1975) Kagemusha, la historia de un guerrero (1980), Ran (1985), o Los sueños (1989), o Madadayo (1992) de Akira Kurosawa.
Un nuevo fenómeno llamado Anime: Sin embargo durante estos años el género más importante –de cara a la exportación internacional- sin duda será el anime, películas de dibujos animados que en muchas ocasiones irán de la mano de los cómic manga. Aunque el anime nace durante la década de los 70, será a finales de los 80 cuando empiece a tener un reconocimiento internacional. Cabe resaltar que este reconocimiento tuvo gran culpa en su expansión la obra Akira (1989), de Katsuhiro Otomo debido a su éxito en los cines. El crecimiento de este género es masivo hasta el punto que incluso en el año 2001 en el Festival de Cine Internacional de Berlín –uno de los más importantes de Europa- el director Hayao Mizayaki obtiene el Oso de Oro con El viaje de Chihiro (2001). Dentro de este género podemos reseñar obras como:
El castillo en el cielo (1986), Mi vecino Totoro (1988), Porco Rosso (1992), La princesa Mononoke (1997), o El castillo ambulante (2004), de Hayao Miyazaki
Ana de las tejas verdes (1979), La tumba de las luciérnagas (1988), Pompoko (1994), Mis vecinos los Yamadas (1999), de Isao Takahata.
Ghost in the shell (1995), Ghost in the shell 2: Innocence (2004), de Mamuro Oshii.
Los años 90 y el cine actual: Hoy por hoy la filmografía nipona sigue estando muy activa tal y como demuestran las realizaciones de nuevos directores que en muchos casos están consiguiendo éxitos en certámenes internacionales. Entre los nuevos realizadores nombraríamos:
Takeshi Kitano con cintas como Sonatine (1993), Flores de fuego (1997), El verano de Kikujiro (1999), Brother (2000) o Zatoichi (2003),
Satoshi Kon que ha realizado films como Perfect Blue (1997) o Páprika (2006)
Kinji Fukasaku que ha rodado Battle Royale (2000), Battle Royale II: Réquiem (2003)
Takashi Miike con cintas como Audition (1999), Dead or alive (1999), Llamada perdida (2003), 13 asesinos (2010).
Hirozaku Koreeda con trabajos como Distancia (2001), Nadie sabe (2005), Un día en familia (2008) o Kiseki (2011).
En fin, una filmografía la nipona que daría para mucho más, pero esto sólo ha sido un pequeñísimo repaso, espero que al menos os haya despertado curiosidad por acercarnos un poquito más a esta cultura…como siempre, disfrutad!!!