Sinopsis de «Tiempo después»
En 9177, mil años arriba o abajo -que no es cuestión de pillarse los dedos con estas cosas-, el mundo entero ha quedado reducido a un solo edificio representativo, dirigido por un férreo sistema burocátrico, y unas afueras cochambrosas habitadas por los parados. Así que, las cosas raras que puedan pasar son por eso.
Viva la reforma agraria hecha realmente en beneficio del trabajador
Tiempo después es una adaptación de la novela del mismo título del propio José Luis Cuerda, con la que el director vuelve a campar a sus anchas en el ámbito del humor absurdo y disparatado con un poso de reflexión y crítica social, pero le falta un yo que sé que qué sé yo.
Los primeros minutos son maravillosos, con una genial presentación de este (pequeño) mundo distópico y de gran parte de los personajes que lo pueblan. Sin embargo, el desarrollo de las diferentes situaciones se fundamenta en una sucesión de gags excesiva y saturante que no acaba de funcionar. Muchos de los recargados soliloquios, tan típicos de las otras películas de corte más delirante del director, aquí parecen artificiales, casi recitados, sin fluidez.
Quizá sea relevante el hecho de que se use y abuse de cómicos televisivos, lo que igual denota una falta de cantera de actores míticos como sí había a finales de los 80 y principios de los 90. Que se desnaturaliza algo la cosa. O lo mismo quiere ser un reflejo de otro aspecto, vaya usted a saber.
Y, a pesar de todo, es mucho mejor que cualquier otra superproducción o comedieta producida en serie y envasada al vacío. Llena de matices y detalles dignos de análisis, porque cada coma, cada imagen y cada elemento del decorado tienen un porqué (o lo parece). Probablemente vaya ganando con cada nuevo visionado.
«En resumen, hemos ganado los de siempre.»