Se ve que los ingleses le han cogido la talla al género fantástico y sobrenatural con geniales obras como Doctor Who, Torchwood o Psychoville.
La serie se centra en Paul, un joven socialmente torpe que se ve atormentado por continuas pesadillas relacionadas con el Apocalipsis y que a pesar de buscar ayuda ni su terapeuta ni su mejor amigo, Mac, consiguen descubrir los motivos de éstas. A esta situación se le suma el hecho de que Paul comienza a ver espíritus, seres conocidos como The Fades. Cuando Polus, un enojado y vengativo espíritu ha conseguido atravesar la barrera de entre los vivos y los muertos, abriendo el camino para que otros lo sigan, le toca a Paul detenerlos y evitar que los espíritus destruyan el futuro de la humanidad.
En el camino, Paul y Mac se encuentran con Neil, un guerrero que lucha contra las fuerzas sobrenaturales y que se convierte en una especie de mentor para Paul; y con Helen, una mujer que tiene habilidades que pueden ayudar a los dos amigos en su misión. Mark, el profesor de historia de Paul, también se verá ligado a esta situación ya que Sarah, su esposa y amiga de Neil y Helen ha desaparecido a causa de estos espíritus.
La serie, presentada en un formato de 6 capítulos de 1 hora cada uno, nos somete a una trama sobrenatural donde Paul (un novato Iain De Caestecker) tiene que posicionarse entre dos bandos: «Angelics» y «Fades» para intentar evitar esas visiones apocalípticas que ha empezado a tener en esta época adolescente. Su amigo Mac (interpretado por Daniel Kaluuya, [Psychoville]) vive esta época de inmadurez aportando el tono cómico y de leves referencias subculturales a esta serie que, no nos equivoquemos, es mucho más seria de lo que parece.
Aviso: esta obra no es una serie «Crepuscular» a pesar de su orientación adolescente. En ella nos encontraremos a unos magníficos actores (algo que los británicos están tan acostumbrados a darnos) que encarnan a unos personajes a los que se les puede coger verdadero cariño (como los «inadaptados» Paul, Mac o el mismo Polus –Ian Hanmore–) o a otros que, a pesar de comprenderlos el espectador, pueda cogerles algo de animadversión (Sarah o, en menor medida, Neil – un excelente Johnny Harris -).
La trama evoluciona perfectamente engrasada. Cuando piensas que va a decaer da el giro justo para que puedas seguir disfrutándola hasta el final, sin disparates, sin retorcidos argumentos ni moralinas extras. Si esto estuviera en manos de los yankis, no habrían dudado en añadir 4 capítulos más y someternos a 20 minutos de tostón por cada emisión.
Como colofón final, a pesar de ser una miniserie que nadie esperaba presenta un apartado técnico y fotográfico digno de mención, así que si tenéis la oportunidad de disfrutarla en Full-HD, no dudéis en invitarme a verla con vosotros. La calidad técnica es tal que haría enamorarse a todos aquellos que no son capaces de disfrutar Doctor Who por no poder disfrutar de la producción británica más imaginativa al tacharla de «cutre».