Los Irregulares es, aunque ya podemos decir «era», una serie de Netflix que reinventa el universo de Sherlock Holmes, y quizá esto es lo que no cuajó entre los fans del personaje, principal nicho de venta de este producto.
Vale que la serie no va directamente de Sherlock Holmes y John Watson, sino de «la gente a la que recurren cuando necesitan algún tipo de asistencia», pero los fans esperan, esperamos, que se mantengan ciertos límites y esto es algo que se han saltado a la torera con la serie.
Para empezar, un poco de fondo: este universo es victoriano, no una reinvención actual al estilo del Sherlock de Benedict Cumberbatch o el Elementary de Jonny Lee Miller, ambos enormes en sus series. Aquí estamos en una recreación clásica del personaje y su ambientación en el Londres de finales del S.XIX, más al estilo del Sherlock Holmes del cine con Robert Downey Junior, para hacernos una idea «actual» del personaje, manteniendo esa misma oscuridad y suciedad que vimos en pantalla, al contrario que con el Holmes & Watson de Will Ferrell, que victoriano igual, pero todo bastante limpito.
Entonces tenemos un Londres victoriano, sucio y oscuro, lo que viene siendo una recreación «original» del ambiente del personaje. Eso está guay, pero la serie empieza cagándola desde el episodio 1. ¿Por qué?
Independientemente de la ubicación temporal de la serie, las historias y los personajes, hay una frontera que no se había roto nunca antes (corregidme si me equivoco, por favor), y es la frontera de lo sobrenatural. No hablo de dejar «abierto» un arco argumental, o «dejar sin explicación» algún evento raro, no, hablo de afirmar rotundamente que lo sobrenatural está ahí y convive con nosotros… magia, brujería, entidades malignas…
Todos, absolutamente todos los Holmes que conozco, y sus historias, se basan en ciencia y misterios que, en inicio, pueden parecer sobrenaturales pero se explica finalmente que no lo son: trucos, luces, espejos, trampantojos y disfraces para hacer creer al personaje que lo sufre que hay «algo más allá».
Para los más jóvenes, los dibujos de Scooby Doo son 100% Sherlock Holmes, y el malo siempre es el dueño del parque de atracciones vestido de fantasma con una sábana, o una armadura de caballero.
Si me das una historia clásica, un misterio guapo, unos personajes interesantes y una, llamémosla, cordura argumental, compro. Si me rompes esta cordura añadiendo un mundo sobrenatural al universo Holmesiano, pues no compro.
Y supongo que esto último es lo que provocó la cancelación de la serie tras su primera temporada. En cierto modo es una pena, porque la química de los personajes era muy buena y sus relaciones personales aportaban algo que la historia no hacía, pero en una historia del universo Holmes, no importan mucho las relaciones interpersonales de nadie, lo que queremos es MISTERIO con mayúsculas, y descubrir al culpable en el último minuto.
No puedo recomendar que veáis Los irregulares, pero si lo hacéis, sabed que al menos esta única temporada tiene inicio y final… más o menos.