Abby y su hermano Loren, hijos de un militar de alta graduación, llevan una estricta vida de disciplina y entrenamiento hasta que sus padres mueren en un accidente automovilístico. Son entonces acogidos por su extravagante tío, que intenta levantar un modesto parque de atracciones en un pequeño pueblo de Florida. En el instituto los jóvenes se integran sin dificultad, pero Abby atrae la atención de Eddie, el matón de la escuela, y su banda de gamberros…
La gran revancha es un típico drama ligero ochentero de y para adolescentes, con enfrentamiento aleccionador entre unos jovenes sanos y deportistas y unos delincuentes paletos politoxicómanos. Sutil mensaje militarista acerca del esfuerzo y el trabajo físico como vía para lograr el éxito y llegar lejos en la vida, aderezado con un poco de bullying extremo (cuando aún no se llamaba así) y con una escalada de violencia un tanto irrisoria a veces, que termina en una masacre final bastante desfasada.
En el reparto encontramos un montón de secundarios de la época que no llegaron a mucho más, destacando un poco James Spader (antes de decantarse por los personajes aficionados al sexo raro), Lori Loughlin (en uno de sus papeles típicos de chica mona) y Eric Stoltz (haciendo bulto).
Llama la atención que desde el cartel de la película, aprovechando que Sean S. Cunningham fue responsable de Viernes 13, nos inducen a pensar que La gran revancha es otro tipo de historia.
Hay un guiño final con el mensaje de la «venganza solo engendra más venganza», aunque lo más probable es que ni se plantearan hacer una secuela (creo que no la hay), lo que pasa es que en esos tiempos remotos los finales abiertos no indicaban el inicio de una franquicia sino que no eran más que una forma de emborronar los happy endings.
Película corta, entretenida y sin muchas pretensiones; se deja ver sin problemas