De los creadores de Independence Day… «Godzilla» (1998)

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TÍTULO ORIGINAL Godzilla
AÑO 1998
NACIONALIDAD Estados Unidos
DIRECTOR Roland Emmerich
GUIÓN Dean Devlin, Roland Emmerich (Historia: Ted Elliott, Terry Rossio, Dean Devlin, Roland Emmerich)
MÚSICA David Arnold
FOTOGRAFÍA Ueli Steiger
REPARTO Matthew Broderick, Jean Reno, María Pitillo, Hank Azaria, Doug Savant, Kevin Dunn, Michael Lerner, Harry Shearer, Arabella Field, Vicki Lewis
SINOPSIS Las pruebas nucleares realizadas por los franceses en el Pacífico provocan la aparición en el océano de un gigantesco reptil mutante, que ha sido localizado tras atacar un barco de pesca japonés. Pero lo peor es que el monstruo es anfibio y saldrá del océano para dirigirse a Nueva York, en cuyas calles causará el pánico

El Rey de los Lagartos está de 60 cumpleaños y en mayo de 2014 llegará a España una nueva versión cinematográfica, dirigida por Gareth Edwards, conocido hasta ahora por la película independiente Monsters (2010). Es la segunda incursión hollywoodiense sobre la figura del lagarto japonés, tras las 28 del cine nipón desde la seminal Godzilla, Japón bajo el terror del monstruo (1954), y la de Roland Emmerich en 1998 (la que ahora nos ocupa) con la que se cargó al mito de la infancia de millones de japoneses.

Continuamos tras el salto…

Es tradición en Hollywood que en todos sus remakes, reboots y refritos importados a otros países (aquí no va a ser menos), todo consista en coger un producto de fuera, desmembrarlo, coger lo que interesa, y recocinarlo a la american way para subir la cotización de las palomitas en bolsa. Es decir; extirpar todo elemento de otras culturas que no resulte comprensible para el estadounidense medio, eliminar todo elemento que pueda ofender, hacer pensar o fomentar la autocrítica del estadounidense medio, empadronar a cualquier personaje molón extranjero como estadounidense medio, disponer de unos efectos especiales caros y por tanto decentes para hacerla disfrutable, y si queda tiempo y dinero intentar escribir un guión que no sea más ridículo que un cosplay de Lina Morgan. Esto último no fue el caso.

Cientos de tópicos se te vendrán a la cabeza, como el enigma de EEUU como imán para todo tipo de catástrofes:

  • ¿Un meteorito se acerca? Caerá en EEUU.
  • ¿Los alienígenas nos invaden? Pues vendrán a EEUU.
  • ¿Michael Bay podría haber nacido en Corea del Norte? Si, pero nació en EEUU.
  • ¿Lagartijas mutantes gigantes se han formado en el pacífico a partir de pruebas nucleares? Vale… ¿A donde irán? Adivina… A EEUU, aunque les quede a desmano.

¿Dónde empieza el concepto de destrucción para considerarse propiamente destrucción a ojos un estadounidense? Cuando alguna organización, persona o bicho extranjero se cargue los iconos, monumentos y elementos culturales más representativos de EEUU.

Godzilla tampoco es subnormal; sabe dónde está la tierra de las oportunidades y del gran sueño americano. Al fin y al cabo Emmerich se conoce la ruta al dedillo de cuando dejó su Stuttgart natal para irse a Hollywood a hacer el ciclo de formación profesional en Cine Catastrófico (2012, El día de mañana, Independence Day… los grandes clásicos favoritos de Nostradamus).

Con una salvedad. Que si esto lo hubiera firmado John Milius, Godzilla sería un desertor arrepentido del eje del mal, que es el Imperio del Resto de Naciones del Mundo, y se enrolaría en el ejército yankee para defender a la nación de la Libertad contra los malvados todos los demás. Pero como Emmerich es alemán, no abusa al 100% de americanismo. Abre guión a una segunda potencia, la francesa. Aunque no sólo para ponerlos de co-protas, sino también para poder echarles la culpa de todo. Y para representarles, como no, está un actor francés como es Jean Reno, que interpreta al típico señor francés, metiéndose magistralmente en el papel. Así pués los tópicos con los franceses surgen aquí también, ya que el servicio secreto francés enviado a EEUU para neutralizar a Godzilla está más preocupado por los croissants y por la calidad del café norteamericano, que de su misión ante el monstruo. Había que dejar claro que los franceses, antes que cualquier otra cosa, son franceses.

Cuando en 1954 Ishiro Honda y los estudios Tōhō diseñaron al primer Godzilla, su intención era presentarlo como una metáfora del terror y el impacto en la sociedad japonesa de los bombardeos atómicos estadounidenses sobre Hiroshima y Nagasaki. Pero en Hollywood está vetado hablar mal de las barras y estrellas, así que para evitar polémicas decidieron que esta vez el origen de la lagartija mutante serían las pruebas nucleares francesas en el Pacífico. Por eso hubiera preferido una versión de John Milius, que es más autoparódico involuntario, y con quien por lo menos te ibas a reír en lugar de pensar «tócate los coj…».

Pero todo esto podrían ser sólo habladurías mías, y resultar que todo era una ácida crítica hollywoodiense contra el maltrato animal…

broderickA partir de ahí, si aceptas todos estos tópicos para poder disfrutar de una peli palomitera, todo bien. El único problema, es que si buscabas una película sobre monstruos gigantes, te equivocaste. Te darás cuenta de que esto no iba sobre Godzilla. Godzilla es aquí un secundario que cuando sale es para dejar bien claro que a pesar de todo, es un tío que se anda con cuidado, y que respeta al prójimo. Solo es una humilde lagartija gigante más que defiende su derecho a una vivienda digna y a poner comida en el plato para su familia. Pero el verdadero protagonista, es un tal Matthew Broderick, el genuino niño mimado del cine teen de los 80, quien a pesar de que queda claro desde el principio que su personaje es un don nadie, un científico de segunda al que mandan por su cuenta a recoger lombrices a Chernobyl, el devenir del guión lo lleva a ser el mayor antagonista del pobre y desgraciado Godzilla.

Así que en este Broderick vs. Godzilla en toda regla, todo gira en torno al personaje del primero mientras muestra su imperturbable expresión de no tener ni idea de lo que está haciendo, ni de porqué todo el mundo hace caso de lo que dice como si fuera un líder experto titulado en lucha contra lagartos gigantes. A lo largo del film, se rifan una y otra vez a Broderick; las tías babean con él. Las ex le persiguen (“que mono, que guapo, que partidazo, quequeque…”). El ejército y gobierno americanos le ruegan que los dirija. El servicio secreto francés estalla de alegría cuando decide unirse a ellos. En las noticias siempre sale en primer plano… hasta el mismísimo Godzilla entabla una hermosa relación de amistad con él… Es un crack.

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Finalmente toda una operación que debería ser dirigida por organizaciones gubernamentales, cuerpos militares, CIA, FBI, ONU, quien sea… acaba siempre siendo dirigida y comandada de un modo u otro por el attention-whore y cazalombrices de Matthew Broderick. Y menos mal, porque sino el único obstáculo entre Godzilla y la destrucción total, serían el resto de tópicos personajes, como coronel tartaja, la reportera pardilla, los zampabollos franceses, el alcalde unineuronal, y el presidente de los EEUU que en esta película no sale, pero si saliese seguramente habrían puesto a un mono.

De la mitad del metraje en adelante, todo acaba por convertirse en un sucedáneo de Jurassic Park con similitudes más que obvias y con acción tan trepidante que acaba siendo la parte más aburrida de la película, tan predecible como inverosímil. Sobre todo ese interminable tramo en que Godzilla persigue un puto taxi porque ya lo único que quiere es pillarlo y volverse en él a Japón, pero puedes preveer como se masca la tragedia (¿de qué hacen los taxis en EEUU?).

Recomendada para quien quiera echarse una siesta hasta que estrenen el nuevo reboot de Gareth Edwards, con los dedos cruzados para ver si continúa con esa línea de Monsters (ciencia ficción con carga de crítica social, similar en algunos aspectos al estilo de Neill Blomkamp), o bien nos la da con queso como Emmerich obligándonos a canturrear The Star-Spangled Banner una vez más.

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